El Mar Interior

Todo lo que vemos es otra cosa

José Morais, Profesor de Fotografía. Universidade Sénior da Ajuda, Lisboa | Paço de Arcos, Febrero de 2016

¿Si todo lo que vemos es otra cosa, entonces qué es lo que ve Marc Dufour cuando sale a mirar el mundo a través de la lente de su cámara? Y ¿qué vemos cuando miramos sus hermosas fotografías? Desde los filósofos griegos, por lo menos, sabemos que Mundo y conciencia del Mundo no coinciden. Esta discontinuidad alimenta la filosofía existencialista del siglo XX y, de alguna manera, codifica para la historia el famoso binomio En soi / Pour soi, acuñado por el filósofo francés Jean Paul Sartre, plasmado en su obra L’Être et le Néant. La famosa y, en cierto modo, provocativa, frase de René Magritte Ceci n’est pas une pipe, también nos dice, en otro contexto, lo que Sartre condensa en su famoso binomio.

Iniciar de este modo un texto para la exposición de Marc Dufour implica por lo menos un riesgo: el de inducir un sentimiento de consternación ante la imposibilidad de acceder a lo real, encerrado cada cual en su propia cueva, es decir, ¡en una imagen borrosa de lo real!. Consciente de este riesgo, no sólo acepto sino aprovecho para averiguar cómo aquello es generador de una muy rica dialéctica de descubrimiento y forma de compartir.

A menudo he comentado fotografías de Marc Dufour. Y en no pocas ocasiones, la reacción de Marc fue, en sus mismas palabras, la de su propio asombro frente a lo que yo mismo había visto y podido expresar en palabras. Él, el autor de las imágenes, no había reparado “en ello”, y confesaba maravillarse de la lectura que yo mismo hacía, y que enriquecía sus fotografías.

También me ha ocurrido recibir esta respuesta de Marc Dufour a algún comentario sobre la belleza de ésta u otra de sus fotografías: “La belleza está en la Naturaleza. Yo sólo la registro”.

 ¿Es tan sencillo como ésto? Sí, si consideramos que sólo el fotógrafo es capaz de “ver y hacer visible”, en la feliz expresión del pintor y crítico de arte Rocha de Sousa, algo que, estando a la vista de todos, no a todo el mundo le es dado ver.

Leí una vez un corto relato que realmente me impresionó: una famosa fotógrafa se estaba muriendo y recibió la visita de un amigo, en su habitación. En algún momento, le pidió que se apartara un poco de la ventana, que estaba abierta. Momentos más tarde le dijo: “acabo de hacer mi última fotografía”. Cada vez que recuerdo la historia, que cuento a mis estudiantes de fotografía en cada nuevo ciclo de clases, pienso en esta última fotografía como en una fotografía cuyo tema principal, si no el único, es, simplemente, la Luz.

La Luz… 

El filósofo y ensayista francés Roland Barthes desarrolla en su famoso ensayo La Chambre claire, el concepto de punctum. Si hay, y acredito que lo hay, en cada una de las fotografías de Marc Dufour, un punctum, esto es, sin sombra de duda, la propia Luz en sí misma.

Pienso cada vez más en Marc Dufour como un fotógrafo de la Luz. Podrá esta afirmación parecer extraña y hasta redundante, si tenemos en cuenta que la palabra Luz (del griego φως) es, en sí misma, una definición de la fotografía en cuanto a vocablo, concepto y realidad.

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A mí, sin embargo, esta afirmación no me parece ni extraña ni redundante. De hecho, mientras muchos fotógrafos sólo se centran en el asunto que fotografían y tratan la Luz como un mero instrumento, Marc Dufour invierte los términos. Lo que le interesa es la Luz, y el asunto no es más que un instrumento que recibe y refleja la Luz. Sí, Marc Dufour invierte los términos de la ecuación. Y es por eso que sus fotografías son tan luminosas, tan transparentes, tan arrebatadoras, tan literalmente deslumbrantes!

Fernando Assis Pacheco, poeta portugués de origen gallego, escribió un día este verso, que sirvió de tema para una exposición sobre la Luz de la milenaria ciudad situada en la desembocadura del Tajo: “si yo fuera Dios, pararía el sol sobre Lisboa”. No creo que Marc Dufour haya sentido alguna vez este deseo, pero sé que está incesantemente en busca de la Luz, de una cierta Luz y, cuando la encuentra, no duda en congelar el momento, perpetuando así su propia fascinación. Sí, Marc Dufour es, si no el, al menos un fotógrafo de la Luz.

Pero también, Marc Dufour es un fotógrafo de la belleza, ora sobría, ora exuberante; de las formas; de mil y una texturas singulares; de contrastes, ora pronunciados, ora sutiles; de la Luz blanca, descompuesta en paletas ora vibrantes, ora suaves; de la Armonía; de las proporciones, ancladas en la Sección de Oro, este pilar omnipresente en la Estética de la Cultura occidental. Con su sólida formación técnica y estética en Artes visuales, Marc Dufour revela en cada una de sus fotografías un dominio absoluto de las leyes de la composición. Pero lo realmente sorprendente es el talento y la sensibilidad con la que utiliza el rigor sin caer en un formalismo académico, frío y vacío.

En mi opinión, el fotógrafo escapa a esta trampa porque inscribe en sus fotografías valores que pertenecen a otro orden; valores de un humanista profundamente apasionado con la Vida y estrechamente comprometido con el destino de nuestro planeta, nuestra Casa Comum.

Y por ello no dudo en afirmar que la Fotografía de Marc Dufour es también una Fotografía de nuestra Casa Comum. Desde este punto de vista, el fotógrafo quien ahora expone gana, de pleno derecho, su lugar en la galería de grandes fotógrafos que se preocupan por la supervivencia de nuestro planeta azul y luchan con sus cámaras por esta noble Causa. Hay fotógrafos que lo hacen de modo dramático, denunciando la agresión y la destrucción a través de imágenes lancinantes. Marc Dufour elige estar en esta lucha desde el amor, prefiriendo el camino de la exaltación de la Belleza y sólo muy raramente denunciando la tragedia.

Ansel Adams (1902-1984, Estados Unidos) nos dejó esta síntesis lapidaria, de profundo significado, del acto de fotografiar: “No hacemos una fotografía sólo con una cámara; en el acto de fotografiar están todos los libros que hemos leido, las imágenes que hemos visto, la música que hemos escuchado, las personas que hemos amado”. 

Conociendo bien la Fotografía de Marc Dufour, estoy seguro de que no estoy exagerando al decir que él cumple con el guión propuesto por Ansel Adams en su magistral síntesis.